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Por su parte, los hoteleros llevan tiempo reclamando medidas para regular lo
que ellos ven como “competencia desleal”. Durante el pasado verano, el
presidente de la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos
(Cehat), Juan Molas, explicaba que las plataformas que “intentan justificarse bajo
elparaguasdelaeconomíacolaborativaoelP2P están gozando de total
permisividad, lo que les permite operar en vacíos legales. Por su parte, el
secretario general de Cehat, Ramón Estalella, aportaba otro dato: mientras
España cuenta con 1.433.000 plazas alojativas regladas, han detectado que se
ofertan más de dos millones en las plataformas web. “En torno a un 17% de los
turistas que llegan a España dicen que se alojan en viviendas de amigos y
familiares. Dudo mucho de esta cifra, de que tres millones tengan un familiar o
amigo que les deja la vivienda”, explicaba entonces el presidente de la patronal
hotelera en un encuentro con los medios para denunciar esta realidad.
Semanas atrás, Estalella participaba en Riga en la 69ªAsambleadela
Asoc iación Europea de H otel es y Restaurant es (Hotrec) y lo hacía en estos
términos: “El rápido desarrollo de la economía sumergida en hostelería está
alimentando una actividad fuera del control de la administracn tributaria y es
dañino no solo para los hoteles y el resto de empresas de alojamiento que operan
legalmente, sino también para toda la sociedad si sigue su desarrollo
incontrolado”. “Por tanto es urgente y necesario un enfoque nuevo para abordar
este nuevo mercado”, subrayó.
Aunque todos miran a Airbnb, el gigante del sector, hay otras muchas
plataformas de alquiler de viviendas particulares. Una de ellas
es AlterKeys. Su consejero delegado y
fundador, José María González, entiende
el punto de vista de la industria hotelera,
está de acuerdo en que ese sector
debería de estar sometido a menos
normas y burocracia y reconoce que
estas plataformas web necesitan de una
regulación. Sin embargo, cree que esa
regulación “no debe ser la misma, pues
no es lo mismo para un propietario que
ofrece su casa que a un hotel que
disponede500camas.Ydejaclaro
que todos los pagos a través de Alterkeys
se realizan de forma transparente y por
tarjeta de crédito, con lo que nada de nada de
economía sumergida.
El Estado se siente presionado por los sectores
tradicionalesdelaeconomíaybuscalamanerade
reducir esa nueva competencia que supone la econoa
colaborativa. Lo ha hecho a través de las multas
municipales que impuso el Ayuntamiento de Barcelona a
Ube r -ver texto de apoyo- antes de que un juzgado de lo
mercantil ordenara el cese de actividades de esta plataforma.
Tambn ha llegado esa presión con requisitos para el alquiler de viviendas -en
este caso cada Comunidad Autónoma debe aprobar una ley y, en el caso de
Madrid, se anuncia una muy restrictiva-. “La norma básica de nuestro sistema
económico y de libertad es que cualquier intercambio entre dos personas que
fuera voluntario y cito -quitando lógicamente drogas, armas...- debería de estar
permitido. Si el objeto de intercambio es un objeto legal y los dos estamos
consintiéndolo, eso debe de ser aceptado. El Estado debe asegurarse de que se
paguen los impuestos que tienen que pagarse y de que si unos inquilinos hacen
ruido, se les ponga la multa correspondiente. Pero esto último no es nada nuevo
porque también se deben tomar esas medidas si el que hace ruido y molesta es
un vecino propietario”, explica el economista Luis Garicano.
Y se da entonces lo que el experto en nuevas
tecnologías Enrique Dans, de IE Business School,
considera todo una paradoja: “El regulador puede
decir que esto es para proteger a los
consumidores, a la demanda. Entonces, la
demanda podría decir perfectamente: oiga, no
me proteja tanto, no se preocupe usted
tanto por , que lo que yo quiero es tener
muchas posibilidades de eleccn, no regule para
conseguir una oferta más escasa”. Para el
sociólogo Ruiz San Román no puede obviarse
que “hay un deber de protección de la salud, la
seguridad, la igualdad de oportunidades que
requieren la intervención de las autoridades
públicas”. Y, por su parte, el economista de la
London School reconoce y explica con total
normalidad por qué ha pasado las vacaciones de
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